Era el atardecer de un frío invierno. Desde la aldea, cercana al bosque- donde habitaban gigantes , gnomos y hadas - una campesina quiso llegar hasta la casa de quien se que creía un valiente modisto. Quiso conocer a este personaje que lucía en su cinturón su fama de derribar a " siete de un sólo golpe". Cuando llegó hasta él, lo vio tan pequeño y casi indefenso que no creyó en su alarde. Su figura esmirriada provocaba más lástima que admiración. Sin embargo , a la campesina le llamó mucho la atención que en las paredes de la casa del " exitoso" y " valiente " modisto resaltaban muchas fotos, especie de trofeos, que atestiguaban sus éxitos ante gigantes y otros seres que habitaban este suelo.
La campesina que ofrecía siempre sus hierbas medicinales, le insistió que probara un té que le fortalecería aún más el cuerpo y el alma. El pequeño modisto aceptó de agrado y bebió confiadamente el brebaje, tras lo cual quedó inmediatamente dormido.
Desde las paredes sus antiguos enemigos fotografiados, despertaron y rodearon al inconsciente modisto buscando vengarse, pero la campesina los detuvo y obligó que se alejaran de allí. Huyeron al monte cercano, mientras más se convencían que debían hacerle pagar al modisto todas las trampas que sufrieron.
Había pasado ya una hora soñolienta, cuando el modisto, comenzó a soñar en voz alta. La campesina, que lo observaba, estaba casi desorbitada escuchando las confesiones del modisto.
Su primera víctima había sido un pájaro que casi se había ahogado en el bolsillo húmedo y oloriento del modisto para luego ser arrojado al abismo.
El pájaro condenaba al modisto y lo acusaba de opresor y de atentar contra la libertad con la que había nacido. Lo acusaba porque lo había oprimido en su mano derecha antes de arrojarlo y por haberlo tratado como si hubiese sido un ser inerte como una piedra. Los gigantes lo acusaban por tramposo y especulador. Hasta el Rey de la comarca había sido engañado por el sagaz modisto y estaba dispuesto a pedir su captura y su condena. Su hija, la princesa quien siempre había sospechado del modisto, no podía contener su bronca por aquel taimado modisto. La conciencia torturaba más y más al modisto. Seguía soñando en voz alta y su cuerpo temblaba de arrepentimiento, se convulsionaba, mientras repetía atormentadamente:
"Perdón, perdón a todos les pido, por mi soberbia y mis mentiras"
Los gigantes que habían escapado de las paredes, volvieron buscando venganza, venían armado con palos y piedras, de sus ojos parecía que escapaban llamaradas. Pero se detuvieron bruscamente al ver que desde las ventanas del modisto, volaron miles de palomas mensajeras, llevando en sus picos aquel mensaje:
"Perdón, perdón a todos les pido por mi soberbia y mis mentiras".